El recinto del Dique de Matagorda constituye un conjunto de excepcional interés para el patrimonio industrial andaluz, por tratarse del origen de un hito en la historia de la construcción naval en España, comparable sólo en envergadura y trascendencia con los astilleros de El Ferrol.

Este recinto se encuentra situado en la península del Trocadero, en la Bahía de Cádiz, en terrenos que fueron originariamente de marisma y que hubieron de ser consolidados para su construcción. Las razones para la localización del dique obedecían a las ventajas del abrigo frente a los vientos atlánticos, la cercanía al canal de la bahía y la facilidad para la entrada y salida de barcos. A estas ventajas geográficas se sumaba la preexistencia de un fuerte de defensa militar en desuso, usado por la compañía Trasatlántica para almacenar carbón para su flota, fue el origen de la implantación del posterior complejo industrial.

Se trata de un recinto industrial marcado por su evolución a lo largo del tiempo, en el que se han ido sucediendo intervenciones de diversa índole a lo largo de sus más de 130 años de existencia. En él se distinguen cuatro grandes áreas:

1. Zona del dique de Cárdenas, antediques y dos muelles.

El dique, obra de los ingenieros ingleses Bell y Miller, fue realizado entre 1872 y 1878. Con una eslora de 156,5 metros en la coronación y 150 metros sobre picaderos, tiene una anchura de 27,60 y 15,50 metros respectivamente. La altura del dique es de 10,13 metros en las puertas, 7,90 para la pleamar y 3,77 para la bajamar. Su orientación es aproximadamente este-oeste.

El dique se encuentra pilotado con 2500 pilotes de manera americana, y su vaso se construye con sillares de piedra escalonados, tomados con mortero de cemento del tipo Portland en aquellos elementos que requerían mayor resistencia. Las puertas del dique, en su extremo oeste, originariamente se forraban de madera de teca, más planchas de cobre hasta la altura de la pleamar para evitar el efecto de la broma. El antedique queda bordeado por dos muelles, construidos en hormigón armado en la década de los 20 del siglo pasado. El muelle norte cuenta con una grúa, mientras que el sur cuenta con dos. Estas grúas, construidas con estructura metálica, se encuentran mantenidas en buen estado.

Junto a la puerta del dique, en su costado norte, se construyó en 1878 la casa de bombas para el achique del agua. Se trataba de un edificio de 26,60 metros de largo y 11,60 de ancho, dividido en dos secciones: la más próxima al dique albergaba las bombas, mientras que en la más alejada se situaba la sala de calderas. Este conjunto ha sido reutilizado a finales el siglo XX para acoger el museo, la biblioteca y el archivo histórico del Dique, con un proyecto firmado por los arquitectos Antonio Lopera y Juan Miguel Hernández de León.

La intervención sobre la casa de bombas ha confirmado a este edificio como núcleo central del complejo. Se accede a él a través de un paseo de la misma longitud que el dique, situado en el costado norte del mismo, poblado con una hilera de palmeras que llega, en su extremo este, a la capilla del conjunto. Junto a esta ordenación axial, un segundo paseo, de trazado oblicuo, conecta la entrada del museo con la plaza que se extiende a los pies de la nueva torre, al sur de la zona de la capilla. El ajardinamiento mínimo de este espacio, con una extensa superficie de césped, acompaña en su sobriedad a la medida intervención contemporánea.

El conjunto de la antigua casa de bombas, en la actualidad, es un edificio con planta en forma de “L”, que sitúa su lado largo, de una planta de altura y enfoscado exteriormente en color blanco, perpendicular al costado norte del dique. El lado corto de la “L”, de dos plantas de altura, se acerca al borde de la bahía, dejando un espacio libre junto a la boca del dique. En el lado largo de la “L” se produce la entrada pública al edificio. Ésta consiste en un pórtico de una planta de altura, marcado por la presencia de una columna revestida de acero pintado en color rojo, que sostiene en la mitad de su luz a una viga construida con acero de forja, que sirve de dintel.

A esta fachada principal se asoman los cuatro lucernarios longitudinales a dos aguas que, trazados en planta en continuidad con el sendero diagonal del parque, iluminan el espacio de la antigua sala de calderas, que alberga el espacio expositivo. A través de un corredor situado en el lado norte del edificio, se llega a la sala primera del recorrido expositivo, situada en la planta baja del lado corto de la “L” mencionada. En ella se explican los orígenes del dique y el proceso de construcción del astillero.

La antigua sala de calderas alberga la segunda sala del museo, desarrollada en planta baja y planta sótano. En esta segunda sala se explica el proceso de diseño y construcción naval, con una destacada colección de semimodelos en planta baja y réplicas a escala de navíos construidos por la empresa, en la planta sótano. El espacio de planta baja se ilumina a través de los lucernarios antes mencionados. Un hueco central en esta planta conecta visualmente con la planta sótano. La estructura que sostiene el forjado de madera de la planta baja es la original de la sala de calderas, con pilares y vigas de fundición.

Desde el sótano en la segunda sala se accede al espacio de la sala de bombas, tercera sala del museo, donde se mantiene la maquinaria original. A través de una escalera de fundición el recorrido conduce de nuevo a la planta baja, y desde ésta, a través de una escalera que se aproxima a la fachada, hacia la cuarta y última sala del museo, dedicada a la historia de la compañía Navantia. Este espacio, de planta cuadrada, se sitúa sobre la sala de bombas, y se ilumina cenitalmente a través de un lucernario perimetral.

Desde el acceso a la primera sala del museo, en planta baja, arranca una escalera de grandes dimensiones que desembarca en la planta primera en un espacio iluminado por un muro de pavés. Desde este espacio se accede al archivo histórico del museo, en el que se abren huecos con vistas hacia la bahía. Desde el archivo histórico, de planta cuadrada, se accede a través de una ligera escalera metálica a la biblioteca del museo, que se localiza en un torreón de planta circular, concéntrico al cuadrado, pintado exteriormente en color azul, y rematado por un ligero sombrerete metálico.

2. El segundo gran área del conjunto es la zona de talleres, se situada en el sector norte, constituida por un grupo de naves de diferentes características y épocas de construcción.

Estas naves se caracterizan por el empleo de estructuras metálicas para cubrir, a dos aguas, las grandes luces requeridas por los trabajos desarrollados en su interior. Su disposición es paralela al dique, y comprende los siguientes elementos:

-Taller de maquinaria, construido en 1891, con algunas transformaciones posteriores.

-Antiguo taller de ajuste, construido en 1918 para ampliar el de maquinaria.

-Almacén de equipo de soldadura, construido en 1963.

-Antiguo taller de fundición. Construido a finales del siglo XIX, está constituido actualmente por dos edificios que formaban un solo espacio cubierto.

3. La tercera zona del conjunto es la que tiene como núcleo la capilla y los dos edificios anexos, de escuela y asilo, en torno al jardín cerrado que preside la escultura del marqués de Comillas. Se trata de un recinto en el que se concentró la mayor carga simbólica, actuando como centro de la primitiva colonia industrial, hoy desaparecida.

El edificio de la capilla fue construido en memoria de Antonio López, primer marqués de Comillas y fundador de la compañía Trasatlántica. El edificio, de planta de cruz griega, es un ejemplo destacado de la fantasía historicista de la arquitectura de finales del siglo XIX. Aunque pretendidamente neorrománica por la conexión ideal con la región de Cantabria, de donde procedía Antonio López, en ella se mezclan eclécticamente elementos del paleocristianismo y la arquitectura bizantina.

La construcción de la capilla se vio sujeta a las restricciones impuestas por el sistema de defensa de la Bahía de Cádiz, que prohibía edificaciones permanentes de más de una planta de altura a fin de no interrumpir la conexión visual entre los fuertes de la zona. Por esa razón, la capilla se construye en piedra hasta el arranque de la cúpula central, que es la misma de los tímpanos de la portada y los brazos. A partir de esa altura, los elementos que se construyeron fueron de madera, en una interpretación sui generis de la norma que, sin embargo, fue consentida por las autoridades.

En coherencia con su adscripción estilística, y de forma si cabe aún más acentuada por su condición memorial, la capilla concentra, tanto en su interior como su exterior, un programa escultórico enormemente variado. La integración de las artes decorativas, convertida en una máxima de la arquitectura del fin del siglo XIX, se muestra aquí con todas sus consecuencias. Especial mención reciben las tejas vidriadas que cubren a dos aguas los brazos de la iglesia y el ábside del altar. Con idéntica intención decorativa, el tambor de la cúpula se reviste exteriormente con piezas cerámicas vidriadas de color amarillo, que contrastan con los tonos oscuros de la estructura.

A ambos lados de la capilla, dos edificios completan este recinto nuclear, albergando originariamente la escuela para hijos de los empleados de la compañía y el asilo benéfico. Se construyen en piedra y fábrica de ladrillo: la piedra para marcar los elementos resistentes, como esquinas y jambas de huecos, y el ladrillo, en paños que alternan niveles horizontales de piezas de ladrillo rojo y de ladrillo amarillo, en sintonía con el cromatismo de la capilla. Ambos edificios se cubren a dos aguas, y su acceso se realiza a través de puertas practicadas en sus lados largos, mirando hacia la capilla.

Frente a la capilla, preside el espacio abierto un grupo escultórico dedicado a la figura del marqués de Comillas. Sobre una base de piedra con planta de cruz, se alzan cuatro semicolumnas de mármol rosado, con las iniciales mayúsculas de las letras “S”, “B”, “C” y “H” esculpidas en sus fustes, en referencia a las cuatro ciudades que marcaron la vida del marqués: Santander, Barcelona, Cádiz y La Habana. Sobre estas semicolumnas, se colocan capiteles con alegorías relativas a cada una de estas ciudades. Rematando el conjunto, sobre un pedestal, la figura del marqués de Comillas esculpida en bronce, mirando hacia la bahía.

Al norte de este conjunto, en una posición algo apartada, se sitúa el edificio de los antiguos comedores de la compañía. Se trata de una arquitectura de filiación claramente inglesa, evidenciada en detalles de la construcción en madera de su cubierta a dos aguas. Con una planta de altura, el edificio, construido en 1894 para albergar a 50 comensales, orienta su entrada principal hacia el norte, donde se encontraba la primitiva colonia industrial, formada por treinta viviendas construidas entre 1880 y 1888, aunque actualmente desaparecida.

Anexo al costado oeste del edificio de comedores, se sitúa una pieza de arquitectura racionalista, originariamente destinada a uso administrativo, y actualmente usada como archivo de la empresa. Este edificio, de dos plantas de altura, cuenta con una interesante composición en fachada, evidenciando su retícula estructural hacia el exterior, para enmarcar en la planta primera los huecos de suelo a techo, y ofrecerles a su vez protección solar. El acceso a esta planta primera se realiza a través de una escalera exterior, construida en hormigón armado, que se enrosca caprichosamente alrededor del tronco de una palmera próxima.

Frente a este edificio se sitúa el nuevo hito vertical del conjunto, que es una torre mirador de construcción reciente. Proyectada por los arquitectos Lopera y Hernández de León, se sitúa a eje del dique, en el extremo este del mismo, liberando a su alrededor un espacio abierto que facilita su contemplación. La torre, de planta cuadrada, es buen ejemplo de la influencia del rigor de la Tendenza italiana en la arquitectura de los años 80. Su materialidad, con un basamento de piedra ostionera sobre el que se alza un fuste de ladrillo visto, busca mostrar una variedad de texturas en referencia al cromatismo del conjunto de la capilla.

Se accede a su cúspide a través de una escalera interior, de estructura metálica y peldaños de madera, desde la cual, en el ascenso, se obtienen panorámicas diversas de la factoría. Siguiendo el ejemplo tradicional de la construcción de campanarios, los huecos que se abren en cada uno de cuatro lados van aumentando su anchura, hasta abrirse generosamente en su extremo superior. Estos huecos se cierran con un entramado metálico.

En la coronación de la torre se accede a una plataforma de estructura metálica exterior en voladizo, que sirve de mirador. Encima de este último nivel, se sitúa un depósito de agua, que queda oculto a través de un entramado metálico idéntico al que cierra los huecos. En este entramado se colocó originariamente un reloj, con manillas en cada una de las cuatro caras de la torre, que en la actualidad se encuentra en desuso.

4. Zona del Castillo: se trata del un espacio ocupado por el Castillo de Matagorda, que fue reutilizado por la compañía de vapores de Antonio López como depósito de carbón. En la actualidad, los restos del fuerte se reducen a la cimentación, y son visitables como parte del recorrido del conjunto, contando con elementos destinados a su interpretación.

Dirección

Nuestra dirección:

Astillero Navantia, Puerto Real

GPS:

36.51858958755197, -6.2340673651842735

Cómo ir
Autor/es

Antonio Barrionuevo Ferrer

Fecha de proyecto

1992

Fecha de ejecución

1998

Fuente

RAAC

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