El cementerio de Jerez de la Frontera se localiza en las afueras de la ciudad, en la carretera que conduce al vecino pueblo de Estella del Marqués.
El conjunto representa un claro ejemplo de la arquitectura que acompañó a los primeros años del franquismo, en el que la modernidad de las tendencias art decó quedó ahogada en referencias a la monumentalidad berniniana.
La capilla se encuentra en la cabecera del conjunto, que ofrece un espacio abierto para la llegada de visitantes al recinto. En esta cabecera, dos edificios avanzan a izquierda y derecha hasta alinearse a la carretera, ofreciendo alojo a las dependencias administrativas y de funcionamiento interno de la instalación. Dos pórticos de arcos de medio punto, que en planta forman un cuarto de círculo, unen dichos volúmenes laterales a la capilla. Los edificios laterales, la capilla central y el pórtico se construyen con ladrillo visto, y cuentan con un zócalo de piedra caliza.
La capilla es un templo de planta centrada, con los pies orientados hacia la carretera y el altar hacia el interior del cementerio. La capilla sobresale como el elemento más alto del conjunto, y la cúpula que la cubre, revestida con azulejos cerámicos, se muestra con rotundidad hacia la el espacio de acceso y al interior del cementerio. Como elementos significativos de este exterior, es necesario señalar por su inspiración decó las ocho esculturas que coronan las pilastras que rodean el tambor de la cúpula, emparejadas dos a dos, en los cuatro cuadrantes del edificio.
El interior de la capilla se ilumina a través del óculo de la cúpula, que se cubre con una pequeña linterna. El interior de la cúpula no cuenta con revestimiento, y muestra la piedra caliza lisa en su intradós. Pilastras toscanas construidas en ladrillo se alzan sobre el zócalo de piedra y sostienen la cúpula. La composición de la capilla, así como su materialidad, denotan un carácter sobrio y sencillo.