La casa se sitúa en el entorno de Zahora, en el término municipal de Vejer de la Frontera, caracterizado por la dispersión de viviendas unifamiliares aisladas, inmersas en masas densas de pinos.
Se trata de una casa de veraneo, construida para sí mismo por el propio arquitecto. La vivienda, de planta rectangular, se organiza alrededor de un patio, a través de una galería con arcos de medio punto que desde el ingreso, conecta los principales usos.
El acceso se realiza a través de un compás, frente al cual se sitúa la puerta de una estancia de una planta de altura que sirve de estudio. A la izquierda se abre la galería hacia el patio, ofreciendo en primer lugar el acceso al salón de la vivienda. Este salón se cubre con una cubierta inclinada, con una sencilla estructura de pares y correas que queda vista y pintada. En los tímpanos que define la cubierta inclinada se abren sendos huecos ovalados, alargados en dirección vertical, por los que se introduce la luz al interior.
Alineada con la pieza del salón y a través de un pequeño corredor, se accede a la cocina, en cuyo centro se coloca la chimenea. En la esquina de la cocina se sitúa una escalera de caracol que asciende a la azotea. Junto a la escalera, una puerta da acceso al jardín trasero.
El acceso a la pieza de dormitorios, dispuesta perpendicularmente a la pieza de salón y cocina, se realiza a través de la galería, con lo que se refuerza el papel del patio como núcleo de la casa. Desde la galería se accede a un pequeño distribuidor, previo a las habitaciones a ambos lados y al núcleo de aseos al frente.
El lenguaje empleado, con notable economía de medios, refuerza su austeridad con la elección de materiales propios del lugar: suelos de barro, tapias encaladas, tejados de madera. La composición de volúmenes puros, sin concesiones gratuitas, atiende a la raíz mediterránea del patio, que se convierte en estancia abierta poblada de buganvillas.
La casa constituye un destacado ejemplo de las reinterpretaciones contemporáneas de la arquitectura vernácula que se realizaron en Andalucía en la década de los 70, en el espíritu del “regionalismo crítico” definido por Kenneth Frampton.