Esta casa, construida para el magnate filipino Jaime Zóbel de Ayala, constituye uno de los últimos ejemplos de vivienda unifamiliar proyectada por Coderch. Se sitúa en la manzana central de la urbanización Sotogrande, promovida por familiares del propietario, en una posición privilegiada topográficamente por las vistas que ofrece en la distancia del mar y del peñón de Gibraltar.
La vivienda, concebida para una familia amplia y de clase social alta, cuenta con un complejo programa, que Coderch resuelve a partir del patio situado en la entrada, convertido en punto de referencia de la casa. Este patio ilumina el vestíbulo principal de la vivienda, y en torno a él se despliegan, en la planta baja, el área de servicio orientada hacia el oeste, el área de relación, con vistas hacia el sureste, y el área de los niños, volcada hacia el amplio jardín que se desarrolla al este de la parcela. Al norte, al otro lado del patio, se encuentra el garaje junto el dormitorio del chófer. Sobre el vestíbulo, en planta primera, la vivienda incorpora una suite para los propietarios, que domina el paisaje circundante.
Este patio mencionado es el centro de un sistema de tres patios periféricos, que se cierran no obstante hacia el exterior y resuelven las particularidades de cada uno de los programas mencionados: uno para iluminar la cocina y las áreas de servicio; otro como fondo de las vistas del comedor principal, y otro vinculado a la sala de juego de los niños. De igual manera, se establece una distinción clara en los huecos de las estancias: los de las zonas de servicio se recortan sencillamente sobre el muro, siempre con una jamba sobre el muro pasante. Para la zona de relación, carpinterías de suelo a techo y venecianas que definen un interesante espacio que diluye la transición entre la casa y el jardín. Para la zona de niños, huecos en esquina rompen el volumen de las estancias hacia la naturaleza.
Coderch busca intencionadamente la disolución del volumen de la vivienda en la frondosa vegetación que puebla la parcela a través de una geometría fragmentada, en la que los paños de muro nunca tienen longitud superior a una estancia. Supone, por tanto, un ejercicio de coherencia con la apuesta por una arquitectura humanista que entroncó al arquitecto con el Team X en la Europa de posguerra, y que incidía expresamente en los valores asociados al material: tapias encaladas, carpinterías de madera, venecianas, conforman una estética de lo pobre que en su espíritu, contrasta con el lujo del interior.