Con ocasión de la celebración de las “Regatas Mundo Vela 92” en la bahía de Cádiz, el Ayuntamiento de la Ciudad se propuso la construcción de una dársena deportiva con sus correspondientes edificaciones que sirvieran de apoyo al acontecimiento. Dársena y edificaciones se asentarían sobre terrenos ganados al mar, próximos a la bocana del puerto y apoyados sobre el dique de San Felipe.
El proyecto de edificación preveía tres fases: la primera destinada a las áreas representativas y administrativas, la segunda, destinada a residencia-escuela para deportistas de vela; y la tercera (ya sobre la dársena) destinada a locales de ocio. De ellas, tan solo se encuentra terminada la primera: los vestíbulos y espacios de exposición, el salón de actos, el restaurante y sus terrazas. Las otras dos fases solamente se encuentran finalizadas hasta la estructura, que queda vista como esqueleto por completar.
Los vestíbulos y espacios de relación y exposición que ocupan las plantas baja y semisótano se confunden y entremezclan en torno a un espacio central que organiza los recorridos y las actividades del edificio. Este espacio, a modo de patio interior, es cubierto por la grada del salón de actos. La cara inferior del salón de actos ilumina de forma indirecta el espacio, reflejando la luz que entra a través de un hueco alargado orientado hacia el este. Las plantas primera y segunda, con fachadas ciegas y protegidas de los ruidos exteriores, son ocupadas por el salón de actos y sus dependencias de apoyo, y la tercera por el restaurante. Es en esta planta donde los interiores del edificio se abren al paisaje de la Bahía a través de ventanales corridos, inundándose de luz y prolongándose en una terraza desde la que se ofrece la panorámica del entorno. La cubierta del restaurante sirve de terraza mirador, y en ella una pasarela de hormigón armado, volcada hacia la dársena, hace el gesto de enmarcar las vistas y ofrecerse como señal de identidad.
El sistema constructivo del edificio queda determinado por la voluntad de acercar la imagen del edificio a la arquitectura naval, y en concreto a los referentes de los que se valió la primera arquitectura del movimiento moderno, en ejemplos tan destacados como el club náutico de San Sebastián (1929), de Aizpurúa y Labayen. De ahí que tanto cerramientos como compartimentaciones interiores se transformen en elementos portantes de la estructura, construyéndose mediante pantallas de hormigón armado de color blanco. Su construcción se ultimó con la incorporación al interior de laminados de madera, entarimados del mismo material en los suelos y cubiertas, y carpinterías de acero inoxidable al exterior. El empleo de delgados perfiles de acero inoxidable para la resolución de barandas y pasamanos exteriores refuerza la imagen náutica de edificio.