La falta de monumentalidad y las connotaciones revolucionarias que tras la Guerra Civil se atribuyeron a la arquitectura racionalista obligó a la búsqueda de caminos intermedios capaces de reconciliar la arquitectura moderna y la sociedad vencedora. Referencias a la arquitectura italiana de los 40, a Cabrero, o a Gutiérrez Soto son imprescindibles para situar esta obra.
El planteamiento funcional y conceptual es básicamente moderno, los croquis del proyecto global no dejan lugar a duda, y ello alcanza a la propia trama estructural que dotó al edificio de la flexibilidad que estos centros requieren.
Las referencias formales y lingüísticas pertenecen a un clasicismo atemporal, esencial, carente de retórica formal. Los recursos históricos más evidentes se concentran, de manera fuertemente simbólica, en la fachada principal y en la capilla. De las enseñanzas de la historia se extraen valores intemporales que proporcionan al edificio la representatividad y monumentalidad pretendida: corporeidad, reposo, serenidad…
Ejemplifica una manera de relacionarse con la historia, compleja, pero también libre de los prejuicio instalados por la ortodoxia moderna.