Un solar en un puerto siempre es un límite, un lugar de intercambios, donde la orgánica transición de la tierra al agua se convierte en una línea geométrica, la línea donde la ciudad se encuentra con el mar, en el caso de Barbate, el puerto es a su vez doble borde urbano, frente al mar y frente al parque natural la Breña y marismas de Barbate, en lazando ciudad, mar y pinos.
Las condiciones territoriales de límite construido que avanza sobre el gran vacío del mar, les hace inhóspitos y artificiales, sus potentes estructuras de abrigo y sus siempre inquietantes condiciones de intercambio los convierten en estructuras cerradas y ajenas a la ciudad, condiciones especialmente acusadas en este límite de límites, donde además los fuertes vientos de la zona crean un ambiente constructivamente muy agresivo.
El programa funcional solicitaba la construcción de 16 cuartos de armadores (pequeños locales para guardar los enseres de la pesca), así como una edificación sobria, de escaso mantenimiento y adaptado a las condiciones ambientales del lugar.
En nuestro pequeño vacío frente al vacío surgió una caja fragmentada, un potente paralepípedo de ladrillo klinker gris, duro, resistente e inalterable, que permite su recorrido interior mediante dos calles transversales, orientadas esto-oeste, que además del acceso a cada cuarto permeabilidad el edificio hacia la dársena.