Se trata de un edificio exento, que ocupa la esquina noroeste de una gran manzana de equipamientos y viviendas entre las avenidas de Ana Viya y María Auxiliadora. A pesar de contar con diferentes situaciones urbanas a las que responder (dos calles peatonales, la plaza de San José y la misma avenida de María Auxiliadora), el edificio ofrece idéntica organización compositiva en sus cuatro fachadas.
Cualquier aproximación al edificio pasa por el reconocimiento al pragmatismo con el que resuelve el programa de oficinas que desarrolla, originariamente destinado a albergar las Mutualidades Laborales y que actualmente acoge las oficinas del Servicio Andaluz de Salud. Basándose en la experiencia del desarrollo tipológico de la oficina moderna, el edificio cuenta con un núcleo central en el que se concentran comunicaciones verticales y espacios de servicio, junto a salas de reuniones y despachos de dirección.
Alrededor de este núcleo central compartimentado, se desarrolla un espacio diáfano de oficinas que se abre de manera indiferente al exterior en las cuatro fachadas del edificio. En este sentido, se trata de un tipo que sería susceptible de admitir la adición de nuevas plantas, y seguir potencialmente el modelo de rascacielos definido en los Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, ese posible crecimiento vertical no se lleva a cabo, y la apariencia del edificio es horizontal, acorde con las edificaciones que lo rodean, contando con tres plantas más una bajo rasante.
La vocación pública de este edificio de oficinas es evidente, liberando un pórtico en planta baja en sus cuatro lados, sobre el que se desarrollan dos plantas que vuelan levemente sobre el perímetro definido por los pilares de hormigón, que quedan vistos en planta baja. En estas dos plantas superiores, los forjados avanzan hacia la calle sin englobar los pilares, de manera que se crean profundas grietas verticales en la fachada que se resaltan con la prolongación, más allá de la cubierta, de pantallas de hormigón armado perpendiculares a la fachada, que avanzan la posibilidad de un posible desarrollo vertical indefinido del edificio.
Se define de esta manera y entre pilares un módulo de fachada, que cuenta con el vacío del pórtico y el vuelo de las dos plantas superiores que se asoman como cajas de vidrio hacia el exterior, más la prolongación de las pantallas de hormigón. Tres de estos módulos componen las fachadas norte y sur, mientras que las fachadas este y oeste lo hacen con cuatro. Para señalar su cara principal, las dos pantallas centrales de la fachada hacia la avenida de María Auxiliadora se prolongan en altura y vuelan horizontalmente hacia el núcleo central del edificio, constituyendo un hito urbano de referencia.
La imagen exterior y los acabados interiores emplean el hormigón armado visto y el acero, en un ejercicio de economía material que acerca el edificio a las corrientes brutalistas que marcaron el final de la modernidad en Inglaterra. Desafortunadamente, la intervención realizada en el edificio en 2010 ha llevado a revestir el hormigón armado con mortero de color gris, con lo que esa voluntad expresiva del material bruto ha quedado falseada y suprimida.