El edificio se sitúa en un entorno residencial de vivienda plurifamiliar aislada, característico del desarrollo urbano de los años 60 y 70 del pasado siglo. Ocupando una posición de borde entre el barrio y los espacios públicos y equipamientos situados al oeste, el proyecto busca consolidar ese límite, de una forma consecuente con las corrientes que en los años 80 fundamentaron en la primacía del proyecto arquitectónico por encima del urbanismo la solución de la problemática espacial de la periferia deslavazada moderna.
De esta manera, la intervención urbana que supone la construcción de estos dos edificios de viviendas opera, en primer lugar, por contraste: frente a un tejido urbano caracterizado por la indefinición del espacio público, el proyecto propone la recuperación de la calle corredor, alineándose a la calle Barbate y mostrando hacia ella las siete alturas de los dos edificios principales como gran fachada urbana.
La modelación del espacio público se confirma con la creación de una nueva puerta de acceso al barrio desde la ciudad, a través de la calle Sotillo, que divide en dos la operación, y hacia la que se vuelven los dos edificios principales mencionados elevando su altura. Atendiendo a este gesto, ambos terminan dibujando dos plantas en forma de “L”, enfrentadas entre sí por sus lados cortos. Con la intención de incrementar la densidad, un tercer edificio, paralelo a la alineación de la calle Barbate, se localiza por detrás del edificio sur, al que se conecta a través de pasarelas.
La imagen del conjunto bebe de la experiencia desarrollada por Vázquez Consuegra en su emblemático edificio de viviendas en la calle Ramón y Cajal de Sevilla, que empezaba a construirse en el momento de la redacción del proyecto de Cádiz. Esto se hace presente en cuestiones formales, evidentes en la voluntad de singularizar las esquinas de los edificios hacia la calle Sotillo, así como en la contundente resolución de los balcones volados hacia el este en el extremo del edificio sur. En este mismo extremo, hacia la calle Barbate, el plano de fachada de las cinco plantas superiores avanza de forma escalonada, y se remata con una visera de hormigón armado.
Las analogías con el proyecto de Sevilla se hacen también presentes en la definición material: sobre un pequeño basamento de piedra ostionera, un zócalo de ladrillo ocupa las dos primeras plantas, y sobre él se alzan las cinco alturas restantes, revestidas con mortero de color blanco. En este mortero se dibujan líneas horizontales que recogen los alféizares y dinteles de las ventanas, reforzando la imagen mencionada de calle corredor.
Las viviendas plantean un interesante ejercicio tipológico, con la definición de accesos verticales que atraviesan la anchura de los edificios, dando servicio a dos viviendas por planta. Estas viviendas ocupan las dos crujías de anchura de cada edificio, ofreciendo las piezas de aseo y cocina hacia el interior del barrio, mientras que los dormitorios principales y piezas de estancia se abren hacia la orientación privilegiada al suroeste de la calle Barbate. Una modificación a este esquema se produce en el giro hacia la calle Sotillo y en el extremo sur del conjunto, donde los mencionados accesos verticales se mezclan con accesos por galerías.