Se trata de un edificio cargado de intenciones representativas, a pesar de su, en principio, fundamental función como infraestructura. El cuerpo central se concibe como un gran vestíbulo iluminado cenitalmente y con una fuerte impacto sensorial por la presencia del agua manando en turbulencia, visible por la perforación del pavimento. Las alas albergan los pupitres de control de las piscinas de filtrado sobre las que se apoyan, y han sido ampliadas según las nuevas demandas de uso. Resulta interesante el ajuste entre la infraestructura tecnológica y la arquitectura que la cobija, entre las que se producen diversas interacciones.
La escala del edificio, su voluntad monumental y de referencia paisajística enlazan con la arquitectura del régimen en los años cincuenta, con referencias en los grandes edificios de las Universidades Laborales. También es representativo de la época el recurso a las artes decorativas para dotar de un determinado programa iconográfico. El espacio central del edificio principal se reviste con piezas cerámicas alusivas a los temas del agua, el recorrido de la infraestructura y al santoral asociado. El mantenimiento del edificio es continuo por parte de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir. Hace unos años se renovaron carpinterías y se sustituyó el deteriorado ladrillo visto del cuerpo principal por el enfoscado rojo hoy apreciable.