El proyecto asume su condición de transición entre la baja altura de la ciudad consolidada y la nueva ciudad de bloques de viviendas de la expansión en los años sesenta. Por ello, se ofrece como fachada a gran escala hacia la ciudad histórica siguiendo las ordenanzas que establecían una tipología de bloque para el solar.
El conjunto ocupa un solar en forma de “L” a través de dos grandes piezas de cinco plantas de altura, una replicando en planta la geometría de la “L”, cuyo testero se ofrece como fachada a la Avenida de la Marina, y otra lineal al Sur de esta primera. Entre ambas piezas se abre un interesante espacio público, marcado por la directriz suavemente curva del cerramiento de la planta baja de viviendas, al que se accede franqueando sendos porches cubiertos, a Este y a Oeste.
Los elementos verticales de circulación se disponen en los extremos de la pieza lineal y de la pieza en L, y se construyen como torres de ladrillo visto, reconocibles como fachadas hacia las alineaciones principales. Entre estas torres se desarrollan los accesos horizontales en galerías y el programa doméstico, reconocible como arquitectura blanca, de balcones, que hunde sus raíces en la tradición vernácula local.
En la obra es posible reconocer un cuidado especial en el diseño, tanto en los propios elementos muebles y de cerrajería, como en la propia concepción estructural del edificio, en la que se hace patente la deuda con la arquitectura de los años Treinta en los pilares de sección variable que crean los accesos desde los aparcamientos en planta baja.