Uno de los escasísimos ejemplos de arquitectura racionalista que quedan en la ciudad, esta casa de tres plantas se mantiene con la fachada bastante íntegra a pesar de las numerosos cambios de uso y parciales transformaciones que ha sufrido. Ciertos principios “loosianos” pueden entreverse en su composición simétrica con ausencia absoluta de datos ornamentales, excepción hecha del zócalo de piedra que trepa por las jambas de la puerta principal, sin llegar siquiera a configurar el dintel.
Dos bow-windows en ambos extremos de la planta primera enmarcan un trazado de ventanas apaisadas con potente alféizar en voladizo. Las cajas de aquellas dejan su huella en negativo en planta tercera, con un retranqueo de la alineación y convirtiéndolo en balcón.