Se trataba de adaptar la planta baja y aljibe de la edificación existente, bajo el Casino y el Teatro Municipal, para dedicarla a un uso de Museo Histórico de la localidad de El Carpio (Córdoba). Estas edificaciones preexistentes se encuentran en la manzana de la conocida como “Torre Graci-Méndez de Sotomayor”, y descansan sobre los restos de lo que fueron antiguos graneros de la fortaleza que dio origen a la actual población de El Carpio, mandada hacer por el primer Señor de El Carpio allá por el año 1.325 (“Carpio”, según Covarrubias connota ructificación y abundancia, en contraste con la opinión de Corominas, que dice que la palabra “Carpio” significa “cerro”, y seguramente provenga de que las fortalezas de los iberos eran edificadas en un promontorio cerca de los ríos). Según diversas fuentes consultadas, todas estas edificaciones (Teatro, Casino) descansan sobre los restos de lo que fueron antiguos graneros de la fortaleza, según remodelación llevada a cabo en la segunda mitad del siglo XVII con motivo de un viaje de Felipe IV que supusieron la demolición y derrocamiento del que fue palacio de los marqueses de la villa y con el encargo de un proyecto al ingeniero florentino Bacio del Bianco (según el viaje de Cosme de Médicis) que en 1668 se hallaba sacado de cimientos. Estas galerías existentes bajo el Casino así como el aljibe al que se accede por ellas, parte deben ser de la construcción medieval militar, y parte deben ser del proyecto del ingeniero florentino.

La actuación también incluía, en origen, la colocación e integración, como parte del pavimento del museo, de un mosaico romano de grandes dimensiones y forma sensiblemente alargada (2’90×15’00 m²) que se encontraba depositado, por trozos, en dependencias municipales, debiéndose acometer en él los trabajos de limpieza, rigidización, cohesionado y fijación a su propio soporte en hipótesis compositiva global, recreando las partes con las que no se cuentan grabando sobre solera sólo las líneas generales maestras para dar idea de conjunto. Por otra parte, el aljibe, al haberse comprobado que permanecía seco por bastante más que el último año y sin penetración de agua, se reutilizará como una sala más de la actuación, disponiendo de una escalera de bajada al estar situado en un nivel interior (sótano) respecto del resto de la planta de la intervención.

En definitiva se trataba de una actuación sobre una edificación con una fuerte carga de componente histórica, pero que, por el contrario, esta obra empezó siendo uno de esos proyectos que se reciben con escasa emoción inicial debido a la inexorable sensación (tras ver el inmueble y los condicionantes de partida) de no poder conseguir finalmente algún resultado digno de mención. El objeto de proyecto que caía en nuestras manos tenía mucha historia a sus espaldas; de hecho era un trozo de historia, pero también parecía contener todos los ingredientes para que pasase sin pena ni gloria por nuestro currículum profesional y como un mero deber de nuestro desempeño laboral: Se trababa de una sucesión de habitáculos usados hasta aquel entonces por la corporación municipal como almacenillos donde su aparente única bondad era la buena ubicación en pleno centro del núcleo urbano, pero en los que sólo se depositaban utensilios, herramientas y armazones de festejos de diversa índole y casi en desuso, cocinillas portátiles de gas, barras de bar portátiles de chapa, cajas de bebidas vacías, sillas metálicas maltrechas, listones y tapajuntas de madera con secuelas de sus múltiples reutilizaciones, botes de detergente y otros productos de limpieza medio vacíos (o medio llenos según se mire), montones inconexos de baldosas, azulejos y ladrillos diversos repartidos por los rincones más inverosímiles de aquel que se presentaba como un profundo y oscuro laberinto de galerías de escasa altura algunas de ellas y apenas ventilación ni luz natural, donde la humedad, la suciedad, el abandono y hasta el maltrato arquitectónico en algunos casos producto de haber contenido un sinfín de usos a lo largo del tiempo (la mayoría ellos marginales como: urinarios públicos, escombrera, almacén de materiales, y hasta cárcel que fue tras la guerra civil), todo ello le confería un carácter poco amable durante los primeros contactos y menos esperanzador.

Tras investigar en su historia y origen arquitectónico todo se venía a sumar al desalentador horizonte, ya que el laberinto de galerías abovedadas no había sido en origen concebido ni siquiera para ningún uso más allá del de servir de aireación (sin entender de donde podría llegar a entrar el aire que allí claramente faltaba) y separar de la humedad del terreno (de hecho allí se encuentra el aljibe principal de la fortificación) el almacén de grano que fue concebido en una parte del nivel superior, como pósito un tanto improvisado del recinto fortificado del que formó parte en su origen (se pueden observar los orificios que, hoy tapados, persisten en las claves de los arcos fajones principales, que servían como sumideros de vacuación de dicha planta superior). A todo ello, y por si fuera poco, se le añadía el hecho de que afrontábamos un proyecto con una total indefinición sobre el programa funcional que pudiera requerir la corporación municipal, la cual no tenía claro qué contenido museístico iba a albergar el edificio una vez reformado, rehabilitado y adecuado a los fines que se nos marcase. Tan sólo se disponía del mandato de alojar e integrar en la construcción nada más y nada menos que un mosaico romano que la corporación local tenía depositado en sus almacenes y que, aunque troceado y despiezado, una vez vuelto a montar medía la nada despreciable longitud de 15 metros por otros casi 3 metros de ancho lo cual prácticamente inutilizaría el paso en aquella galería en la que se instaurase, ya que la única posibilidad era implantarlo en el suelo dado que todas las galerías estaban formadas por bóveda de medio punto con escasa altura (las más profundas que fueron usadas como cárcel apenas permitían el poderse mantener en pie totalmente estirado) y por tanto no contábamos con paramentos que permitieran su instalación en disposición vertical. Por otra parte, este único elemento con que se contaba como contenido museístico tampoco quedaba clara su disponibilidad, ya que durante los trabajos se supo que el Museo Arqueológico de Córdoba lo andaba reclamando para sí. Hay que hacer constar, además, que en la planta superior a la actuación, en el mismo edificio, existe el “casino” de El Carpio, de carácter socio-cultural, y que no cerraría su actividad durante las obras, siendo todo el edificio propiedad de la Duquesa de Alba en cesión de uso a la corporación municipal. Esta falta de concreción en cuanto al contenido museístico global no era una cuestión baladí, ya que la “Ley 8/2007 de Museos y Colecciones Museográficas de Andalucía” obligaba a una serie de requisitos tanto en las características del edificio final como para sus instalaciones, dependiendo de si, por el carácter y alcance del contenido a exponer, resultase un museo propiamente dicho o una colección museográfica a los efectos de la mencionada Ley. Dicho lo cual, y conforme el art. 5 de dicha Ley, la actuación arquitectónica proyectada debía garantizar y favorecer, al menos lo siguiente:

  • El acceso para su visita pública permanente con horario prefijado y a las personas interesadas a la investigación de sus fondos.
  • La seguridad, conservación y protección de los bienes integrantes de la institución, compatibilizando el acceso público a los bienes y servicios culturales con el desarrollo de las restantes funciones asignadas a los mismos.
  • La inspección de la organización, de los servicios prestados y de sus instalaciones (incluidos sus fondos).
  • Cumplir con la legislación sobre accesibilidad y eliminación de barreras para personas discapacitadas (cuestión esta que resultó no poco compleja, dado que el nivel interior de la planta baja del edificio a adecuar se encontraba inferior nivel que cualquier punto de los acerados perimetrales).
  • Conforme el art. 25.2 de la referida Ley, en los espacios destinados a la exposición o custodia de bienes, sólo podrán realizarse servicios complementarios a los museísticos y distintos a estos cuando las actividades sean de singular relevancia cultural o institucional y, en todo caso, se celebrarán fuera del horario de visita pública y sin interferencia en el desarrollo de las restantes funciones asignadas a los museos y colecciones museográficas.

Otra cuestión que dificultó el diseño funcional fue el hecho de las grandes profundidades de las galerías secundarias y terciarias, que provocaban largos recorridos de evacuación para el público visitante ante un incendio o emergencia, lo cual llevó a arbitrar salidas múltiples de evacuación de emergencia independientes del acceso.

El aljibe, pieza abovedada de interés y gran tamaño, que había permanecido siempre seco y sin ningún indicio de que a él llegasen o manasen aguas de ninguna índole (ni siquiera durante ese invierno de lluvias torrenciales) y lo cual motivó que en el proyecto se pensase en reutilizarlo como una sala más de exposición, ocurrió no obstante que justo durante la ejecución de las obras recibiese aguas aún no se sabe bien procedentes de dónde (durante un verano especial y curiosamente seco), lo cual hizo abandonar la idea inicial de su reutilización visitable.

En este modo y con un panorama lleno de desazones e incertidumbres, nos dispusimos a solicitar de la corporación municipal que desalojase el inmueble objeto de la actuación de toda la enorme cantidad de artefactos, pertrechos y materiales inservibles que contenía, a fin no sólo de poder realizar el levantamiento de la planimetría inicial necesaria, sino para tan siquiera el poder percibir y comprender la construcción en su verdadera magnitud y alcance… Y fue ahí fue cuando empezamos a cobrar un nuevo sentido de la construcción y a vislumbrar motivaciones de proyecto, sobre todo cuando tras los trabajos de limpieza de paramentos y tras la eliminación de determinados revestimientos de épocas recientes (yesos y azulejería contemporánea) aparecieron vestigios y signos de la construcción originaria que nos daban las claves de proyecto, muchas de las cuales no se conocían en la fase de redacción sino que aparecieron ya iniciada la ejecución de obra, haciendo variar algunos aspectos de la idea original, enriqueciéndola (como la aparición de lo que casi con seguridad es la boca de la galería de escape de la “Torre de Garci-Méndez de Sotomayor” y que técnicos de la Consejería de Cultura fueron llamados para su documentación; o ciertos basamentos murales del recinto fortificado original de “El Carpio” que fueron al parecer luego reutilizados e integrados, en la segunda mitad del siglo XVII, con la ampliación de las galerías principales paralelas a fachada). Los indicios y descubrimientos que durante la ejecución poco a poco fueron aflorando en los muros del inmueble fueron dando el empujón definitivo a la idea conceptual que subyacía no obstante en el proyecto y que sólo hacía falta encontrar las claves in-situ para plasmarla con acierto. Así, se dejaron los muros y bóvedas libres de todo elemento añadido o ajeno a la construcción, incluso limpio de la sucesión de revestimientos y pinturas acumulados a lo largo de siglos, lo cual además favorecería la evaporación de la humedad de los mismos. La nueva solería de mármol negro proyectada y dispuesta se constituía en una alfombra que se tendía a los pies de dichos muros, apenas sin tocar a éstos, rindiéndoles tributo, dejando entre ambos apenas un resquicio, una brecha delicada entre suelo y muros por donde ascenderían las instalaciones como trepando por la superficie de los muros, sin herirlos, respetando su historia. La iluminación propuesta, en un lugar como aquel, inicialmente tan oscuro y lúgubre que parecía el más inapropiado para los fines encomendados, debía habilitar el inmueble para el desarrollo de las funciones museísticas y la visita pública pero sin que ello tergiversara o distorsionara la esencia de sus orígenes y de su historia. Todo el puzle fue encajando poco a poco a medida que las claves eran encontradas. El proyecto cobraba forma y la forma que se percibía cada vez resultaba más emocionante y convincente… Al parecer, finalmente no sería un proyecto más… Al parecer no pasaría sin pena ni gloria y empezábamos a estar más que contentos con el resultado. Llegados a este punto es justo decir, en aras a su reconocimiento, que la empresa adjudicataria no sólo puso de su parte el buen hacer como empresa constructora sino que colaboró activa y decididamente en la faceta investigadora y descubridora durante los trabajos y se convirtió en la prolongación de la dirección de obra, facilitando el trabajo e incluso aportando ideas.

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Nuestra dirección:

Museo de El Carpio. El Carpio

GPS:

37.94055593822379, -4.499341095128557

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Autor/es

Jesús M. Sierra y Miguel Ángel Lázaro

Fecha de proyecto

2012

Fuente

SAU